De acuerdo con el Ministerio de Desarrollo Agrario, el 70% de lo que comen los brasileños procede de la agricultura familiar


En el asentamiento Americana, en el muiciìo Gran Mogol, en la región norte de Minas Gerais, hay de todo un  poco –hortalizas, legumbres, frutas típicas del bioma cerrado que cubre la región, cría de animales. De acuerdo con el Centro de Agricultura Alternativa del Norte de Minas (CAA NM) que presta asesoramiento a los habitantes del asentamiento desde comienzos de la ocupación de ese área, lo que técnicamente se está desarrollando en la región es lo que se llama sistemas agroforestales y silvopastoriles – o sea la conciliación de las actividades agrícolas con la cría de animales y la extracción de manera que quede garantizada la preservación del bioma cerrado y también la producción de alimentos saludables. La situación de los habitantes del asentamiento Americana donde según ellos mismos “hay de todo un poco”  es un ejemplo de cómo la agricultura familiar, sobre todo la práctica agroecológíca puede garantizar la seguridad y la soberanía alimentaria.

Pero ¿qué es lo que significa seguridad alimentaria? De acuerdo con el Consejo Nacional de Seguridad alimentaria y nutricional (Consea), órgano consultivo vinculado a la Presidencia de la República, la concreción de la seguridad alimentaria “consiste en el derecho de todos al acceso regular y permanente a alimentos de calidad en cantidad suficiente, sin comprometer el acceso a otras necesidades esenciales, teniendo como base prácticas alimentarias que promuevan la salud, que respeten la diversidad cultural y que sean ambiental, cultural, económica y socialmente sustentables”. Otra característica de la producción de la Americana que garantiza la seguridad alimentaria de la población  es que además de la diversidad de los productos y de la convivencia con el ambiente, los agricultores practican la agroecología – un conjunto de principios rectores de la agricultura, la no utilización de agrotóxicos entre otros. La EPSJV participó de la visita al asentamiento americana durante el programa de la Ia Oficina Territorial de Diálogos y Convergencias del Norte de Minas, que reunió experiencias de los agricultores familiares locales como etapa preparatoria a un encuentro nacional.

Los resultados de la agricultura familiar en la mesa de los brasileños
De acuerdo con el Ministerio de Desarrollo agrario (MDA) la gran responsable de la alimentación brasileña es la agricultura familiar, en un 70% de lo que se consume. “La Agricultura familiar produce porotos, arroz, leche, verduras y la diversificada producción que consumimos todos los días. Tiene una gran importancia en la seguridad alimentaria y también en la soberanía alimentaria” afirma el Secretario nacional de Agricultura familiar del MDA Laudemir Muller. Dice que la agricultura familiar creció mucho acompañando al crecimiento del consumo de alimentos que también  aumentó. Laudemir explica que la soberanía alimentaria también está garantizada por este tipo de agricultura: “La agricultura familiar preserva las tradiciones, tiene una producción diversificada que mantiene la tradición de los sembrados. De modo que cuando elegimos lo que comemos  la agricultura familiar es el gran bastión de esa diversidad, ya sea de los pueblos de la selva, del bosque, de los grupos de mujeres”, comenta.
Mientras tanto los datos del mismo Consea muestran que el agronegocio crece más que la agricultura familiar y de acuerdo con los participantes de la oficina Territorial de Diálogos y Convergencias del Norte de Minas, este modelo de producción amenaza la soberanía alimentaria del país por varios motivos. Entre los problemas del agronegocio está la concentración de la tierra y consecuentemente la disminución de las áreas dedicadas a la agricultura familiar; la poca diversidad de la producción, regiones enteras con solo una especie – como los monocultivos de eucaliptus, caña de azúcar y soja; y el uso de tecnologías como la de los agrotóxicos, transgénicos que constituyen un riesgo para la salud.

Un informe de Consea dado a conocer a fines del 2010, que avala la Constitución de 1988 hasta la actualidad la seguridad alimentaria y nutricional y el derecho humano a una alimentación adecuada en el Brasil, incluye datos que confirman el problema. De acuerdo con ese estudio el ritmo de crecimiento de la producción agrícola destinada a la exportación es mucho mayor que el del consumo interno. “El área plantada con grandes cultivos avanzó considerablemente  en relación a las áreas ocupadas con  cultivos menores, dirigidas más bien al consumo interno. Apenas cuatro cultivos de gran escala (maíz, soja, caña y algodón)  ocupaban en 1990 casi el doble de la extensión total ocupada por otros 21 cultivos... entre  1990 y 2008, la proporción de áreas plantadas con monocultivos y esos 21 cultivos aumentó 125%, aunque estas últimas habían disminuido  con relación a 1990. El monocultivo creció no solo por la expansión de la frontera agrícola, sino también por la incorporación de áreas anteriormente destinadas a otros cultivos”, dice el documento.

El informe alerta también sobre el uso de los agrotóxicos.  “El paquete tecnológico aplicado a los monocultivos en franca expansión llevó al Brasil a ser el más grande mercado de agrotóxicos del mundo. Entre los cultivos que los usan más están el maíz, la soja, la caña, el algodón y los cítricos. Entre el 2000 y el 2007 la importación de agrotóxicos aumentó un 207%. Brasil concentra el 84% de las ventas de agrotóxicos en América latina y existen 107 empresas a las que se les permite comerciar productos prohibidos en otros países. Los registros por intoxicación crecieron en la misma proporción que aumentaron las ventas de pesticidas en el período 1992/2000. Más del 50% de los productores rurales que manipulan estos productos presentan signos de intoxicación”, denuncia la Consea.

Para la presidente del Consejo Nacional de Nutricionistas, Rosana Nascimento, no es necesario que Brasil recurra al uso de agrotóxicos o de especies genéticamente modificas para alimentar a su población. “Estamos cansados de saber que Brasil produce alimentos en cantidad suficiente para alimentar a su población  y ese tipo de artificios no son necesarios. La lógica de su uso reside en el capital en detrimento del respeto al ciudadano  y del derecho a alimentarse con productos de calidad” agrega.  Y explica por qué los transgénicos amenazan la soberanía alimentaria: “Los alimentos transgénicos fueron genéticamente modificados generando dependencia de determinado producto para su producción, luego no es soberano porque depende de una industria de semillas para reproducirse, cuando en realidad debería ser criollo, natural de la región, de la zona, respetando los principios de la soberanía” afirma.

En cuando al MDA, apuesta a la agricultura familiar y trata de desarrollar políticas públicas que fortalezcan esa actividad, según afirma el propio Ministerio, mientras que otro Ministerio de de Agricultura, ganadería y Abastecimiento (MAPA) apuesta al agronegocio. El MAPA segura a través de su secretaría de prensa la importancia de la agricultura para la exportación en Brasil: “Brasil alcanzó records de exportaciones del agronegocio en los últimos doce meses. Ascendió a la suma de U$S 78,439 mil millones, un valor 19,8% superior al de la exportación en el mismo período del año anterior (65,480 mil millones), informa el ministerio. Según datos del MAPA, en enero de 2011 la exportación de carnes fue la más lucrativa, seguida de los productos del complejo azúcar-alcoholero, los productos forestales (que incluyen caucho, celulosa y madera, café y el complejo sojero -harinas, aceite y granos-).

Cuando se le preguntó sobre el uso abusivo de agrotóxicos en la agricultura brasileña, el MAPA respondó: “Lo que podemos decir es que en 2010 los inspectores federales agropecuarios del Ministerio de Agricultura, analizaron 650 marcas de agrotóxicos, en 197 industrias del país. Del total, 24 poductos presentaron deficiencias, lo que llevó a decomisar  428,9 toneladas. El resultado puso en evidencia uqe el 88,6% de los productos se mantenían dentro de las normas”. Y continúa: “El papel del Ministerio de Agricultura es asegurar que los agrotóxicos sean fabricados por empresas registradas o que no entren al mercado en forma diferente a la que se ha sido registrada. Inspeccionamos los productos verificando desde la calidad química del producto hasta el proceso de fabricación y el rotulado.

Sin embargo el MDA alerta que el monocultivo exagerado, en grandes extensiones, puede traer problemas: “ El Ministerio está trabajando para apoyar y viabilizar con políticas públicas el modelo de agricultura familiar diversificada. Nosotros no creemos en el monocultivo. Ni en grandes ni en pequeñas extensiones. Creemos que la diversidad es mucho más importante. Para nosotros el modelo más adecuado y el más necesario  para el país es el de la agricultura familiar, insiste Laudemir Muller. El secretario destaca  también que es un entusiasta de la agroecología: “Sabemos que desgraciadamente el país ostenta el título de mayor consumidor de agrotóxicos del mundo consecuencia de la expansión del monocultivo en el país. Es necesario apoyar firmemente a quienes quieren producir en forma agroecológica”, agrega

Las poblaciones tradicionales e indígenas son las que corren mayores riesgos
Según el Ministerio de Desarrollo Social y de Lucha contra el Hambre (MDS) las poblaciones indígenas y negras  son las que más sufen la inseguridad alimentaria y nutricional. El informe preparado por la Consea critica la demora en la identificación de las tierras para los indígenas y para los negros que está perjudicando el derecho a una alimentación adecuada. Se ha comprobado que la demora en demarcar tierras para los indígenas ha impactado negativamente  en el cumplimiento del derecho humano a la alimentación adecuada de los pueblos indígenas, y en el respeto al acceso a la tierra y su vinculación con las costumbres alimentarias de esos pueblos,” agrega el documento.

La secretaria nacional de seguridad alimentaria y nutricional del MDS, Maya Takagi, afirma por ejemplo que la cantidad de criaturas de baja estatura en relación a la edad es mayor en las comunidades indígenas y megras, debido a la insuficiente ingesta  de alimentos.  “En esos grupos específicos tenemos todavía deficiencias cuantitativas de alimentos. Pero nuestro desafío es también cualitativo, es decir, conseguir mayor oferta de alimentos de modo que las familias puedan alimentarse con productos saludables y naturales. De modo que tenemos un doble problema: con el de la cantidad pero localizado por grupos y regiones” describe.
Maya cita los datos consignados en el mismo informe del Conea, según el cual el 6,7% de la población infantil brasileña, menor de cinco años, sufre problemas de inseguridad alimentaria. Indicadores, según dice, considerados internacionalmente aceptables. Pero el problema se agrava cuando los datos son analizados por región o por grupo. La región norte es la que enfrenta mayores riesgos con un 14,8% de la población infantil que sufre inseguridad alimentaria, el índice es de 26% entre la población indígena, 15% entre la negra y 15,9% entre las familias más pobres. En el caso de los adultos el déficit de peso entre los brasileños pasó de 4,4% en 1989 a 1,8% en 2010. Maya considera que son necesarias muchas políticas públicas para revertir la situación. Regularización territorial, acceso a la tierra, apoyo a la producción, bancos de semillas, asistencia técnica, políticas de protección social. Un amplio conjunto de políticas”, menciona

Padecen grave inseguridad alimentaria 11,2 millones de personas
El estudio de la Consea demuestra que aún son muchos los desafíos que enfrenta Brasil para conseguir la seguridad alimentaria. En el año 2009 la proporción de hogares con seguridad  alimentaria fue estimada en un 69,8 %, con inseguridad alimentaria leve un 18,7% , con inseguridad alimentaria moderada 6,5% y grave 5,0%. Esta última situación alcanzaba a 11,2 millones de personas.

El informe también consigna que existen diferencias alimentarias entre los más pobres y los más ricos. “Comparativamente la participación alimentaria es 1,5 veces mayor  en carnes, 3 veces en leche y derivados, 6 veces mayor en frutas y 3 veces en legumbres y verduras, entre los más ricos. Además de esas diferencias también se produce mayor consumo de condimentos, de comidas preparadas y de bebidas alcohólicas a medida que los ingresos son más altos.

En el asentamiento Americana, donde no se diría que las personas tienen alto poder adquisitivo, los campesinos prepararon un almuerzo para recibir a los visitantes. En las grandes ollas que hervían sobre el fogón a leña, había porotos (feijao)  de cuatro clases diferentes producidos localmente, con fariña, arroz, carne de cerdo, mandioca y coles aderezadas con aceite de pequí. Lo acompañaban tres clases de jugos de fruta y como postre mermelada. Todo lo que se sirvió, excepto el arroz estaba producido localmente. En los alrededores del asentamiento hay muchas tierras dedicadas al cultivo de eucaliptos. "Avanzamos bastante y confluimos que, para tener una vida digna es necesario tener alimentación, educación y salud” propone De Souza, uno de los aposentados y director del Grupo Extractivista (del Cerrado, una organización creada por los habitantes del lugar).
Para Rosane Nascimento, otro de los desafíos es lograr un cambio en el perfil de consumo de los alimentos: “Una investigación sobre el presupuesto familiar del IBGE pone de manifiesto la creciente tendencia a la aparición de enfermedades crónico-degenerativas, tales como diabetes, hipertensión, obesidad. Son enfermedades provocadas principalmente por una mala alimentación y estilos de vida poco saludables. Con el crecimiento económico aparece la posibilidad de promover el acceso a esa alimentación, hay una clase que aumentó su capacidad de  consumo pero no estuvo asociada a una buena elección de los alimentos para su mesa”, analiza señalando además que el problema de la obesidad está en todas las clases. La nutricionista agrega que debe haber políticas públicas que enfrenten el problema.

Lucio Moreira, otro de los habitantes del asentamiento Americana, dice que la comunidad ya está concienciada sobre el particular. “No usamos tantos insumos refrigerados y le decimos a la gente que consumen veneno cuando compran en el supermercado.”

Raquel Júnia  forma parte de la Escuela Politécnica de Salud Joaquim Venâncio
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